La secularización de la sociedad, el reconocimiento de la dimensión sexual humana y del derecho al placer sexual, la conquista de las libertades civiles (divorcio y diferentes tipos de parejas, entre otras), los cambios económicos (especialmente cuando han conllevado la emancipación de la mujer) y científicos (los referidos al conocimiento de la sexualidad y la anticoncepción), etc., han provocado que el peso real de la moral sexual católica dejara de ser generalizado, declarándose muchas personas libres frente a este código eclesiástico.
En este contexto de cambio, la autodenominada “sexología” se ha ubicado defendiendo el derecho a la actividad sexual y el derecho al placer, con independencia del estado, el sexo, la edad, la orientación del deseo, etc., y ha contribuido de manera decisiva a ayudar a las personas a liberarse de la moral represiva del pasado y a acceder a una respuesta sexual humana sin disfunciones y satisfactoria, tomando como criterio de referencia la bondad del deseo sexual, la excitación, el placer y el orgasmo.
Pero, mientras unos aspectos de la sexualidad han sido muy estudiados, otros han sido más olvidados. Entre estas carencias señalamos las siguientes:
– No estudiar suficientemente el rol de los afectos sexuales(atracción y enamoramiento) y sociales (apego, amistad y emociones sociales, especialmente la empatía) en las relaciones sexuales.
La sexología ha estado más preocupada por la defensa del derecho a la actividad sexual y la consecución de una respuesta sexual humana y satisfactoria, que por estudiar otros componentes de la relación amorosa (pasión, intimidad y compromiso, por ejemplo) y el rol de los afectos. Sólo el deseo sexual ha sido objeto de verdadera atención sexológica, y siempre en el sentido de que lo saludable es “desear tener actividad sexual”, convirtiéndolo en un nuevo deber para todas las personas.
– No plantearse la necesidad de una nueva ética de las relaciones amorosas, dando a entender, de una u otra forma, que la libre voluntad de cada persona es la regla de oro para organizar su vida sexual. Eso sí, siempre que se acabe adoptando la decisión de “tener relaciones sexuales”, nuevo deber más o menos explícito en las propuestas sexológicas.
Texto: Félix López Sánchez
Catedrático de Psicología de la Sexualidad. Universidad de Salamanca.
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