Sandra Fluke esperaba su turno en los pasillos del Capitolio. El comité de control gubernamental celebraba una sesión sobre la política sanitaria del presidente Barack Obama y la libertad religiosa. Fluke, una estudiante de Derecho de la Universidad de Georgetown, había sido convocada como testigo por el Partido Demócrata. Aquella audiencia arrancó el jueves 19 de febrero con un grupo de expertos que en pocos minutos se habían convertido en el centro de una pequeña polémica. «¿Dónde están las mujeres?», preguntó a través de Twitter la líder de la minoría demócrata en el Congreso, Nancy Pelosi, al ver que todos los comparecientes eran hombres. Los demócratas convocaron a Fluke, pero el republicano Darrell Issa, presidente del Comité de Control del Gobierno, le prohibió la entrada al considerar que «no estaba cualificada».

El nombre de Fluke empezó a acompañar numerosas noticias sobre el debate en torno a los anticonceptivos. Obama había dado el primer paso al anunciar un mandato que obligaba a las organizaciones religiosas a pagar los costes de los tratamientos de sus empleadas. Instituciones católicas de todo el país acusaron al presidente de obligarles a actuar en contra de sus valores. El presidente rectificó, pero el Partido Republicano había recogido el guante.

Después de una semana de entrevistas donde Fluke pudo compartir lo que no le permitieron declarar en el Congreso, Pelosi convocó una audiencia paralela para que esta joven, y millones de mujeres norteamericanas como ella, tuvieran su foro. Desde este viernes, también tiene el apoyo del presidente Barack Obama, quien le agradeció por teléfono que hubiera defendido su política sanitaria.

Con 30 años, la estudiante explicó que la prevención del embarazo no es la única razón para consumir la píldora. Fluke contó la experiencia de una de sus amigas, que requirió un tratamiento con anticonceptivos por razones de salud y que, al carecer de acceso a través de un seguro privado, tuvo que ser atendida de urgencia. Según un estudio reciente, más de la mitad de las mujeres en edad reproductiva han dejado de tomar la píldora por su elevado coste. Un alto porcentaje si se tiene en cuenta que tres de cada cuatro mujeres en este grupo tienen seguro médico.

Fluke acababa de poner nombre y apellidos a un problema que aspira a resolver la reforma sanitaria de Obama. La joven, que presidió el grupo de Estudiantes de Derecho por la Justicia Reproductiva en su Universidad y es la organizadora de los Estudiantes Católicos por la Salud Femenina, argumentó que miles de chicas como ella deben pagar hasta 1.000 dólares (unos 750 euros) más al año para acceder a la píldora anticonceptiva. Fluke contradecía así la postura oficial de Georgetown, la universidad católica más antigua de EE UU, que considera el mandato de Obama como una «violación de sus derechos religiosos».

Fluke ha recibido diversos apoyos desde el día de su comparecencia. Y ataques. El locutor de radio conservador Rush Limbaugh, con una audiencia que roza los 15 millones a la semana, preguntó el pasado miércoles en su programa en qué se convertía Fluke defendiendo que las aseguradoras paguen por los anticonceptivos. «La convierte en una zorra, ¿no? La convierte en una prostituta». Al día siguiente explicó su razonamiento: «Si vamos a pagar por sus anticonceptivos, estamos pagándoles por tener relaciones sexuales. Queremos algo a cambio. Queremos que publiquen los vídeos en Internet para que todos podamos verlo».

Las críticas no hicieron rectificar a Limbaugh. El locutor retomó las palabras de Foster Friess, un millonario conservador que recibió duras críticas tras afirmar que las mujeres podían prevenir el embarazo colocando una aspirina entre sus piernas. «Les compraré a las estudiantes de Georgetown todas las aspirinas que quieran sujetar entre sus rodillas», afirmó Limbaugh. Su programa El show de Limbaugh perdió en 48 horas a cuatro grandes anunciantes.

Hasta entonces, Fluke era la aspirante a abogada que compareció en el Congreso. También había explicado en televisión por qué defendió públicamente a Obama. Pero sería el ataque de Limbaugh -que tardó tres días en disculparse por la «broma»-, y la posterior llamada del presidente, lo que lograra poner un rostro humano a un debate intensamente politizado y que promete alargarse hasta noviembre.

Fuente: ElPais.com

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/03/05/actualidad/1330949073_750041.html