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El virus del papiloma humano (VPH) constituye una enfermedad de transmisión sexual muy frecuente. En algún momento de su vida, lo contraen el 70% de las mujeres sexualmente activas. Con la misma facilidad, lo eliminan. El 92% de las infecciones son superadas por el sistema inmunitario sin necesidad de intervención. El 8% que persiste tiene un desarrollo muy lento: unos diez años hasta empezar a producir lesiones precancerosas, y otros diez hasta convertirse en cáncer de cérvix o cuello del útero.

Este virus es perfectamente detectable mediante una citología.Una vez detectado sólo hay que hacer un seguimiento con citologías cada seis meses para ver si desaparece o no. Si no desaparece, se puede intervenir para eliminar las células alteradas. La mortalidad debida a cáncer de cuello de útero es la novena causa de muerte en mujeres, muy por detrás de las precedentes (y no la primera, como se ha dicho), y supone el 0,03% de la mortalidad total.

Viejos argumentos

La vacuna contra el VPH tiene dos presentaciones, tetravalente (Gardasil, contra el carcinoma y contra las verrugas genitales) y bivalente (Cervarix, contra el carcinoma). En ambos casos se vacuna contra dos de los 15 tipos del virus potencialmente oncogénicos:el 16 y el 18. El argumento principal para la implantación de la vacuna ha sido hasta ahora que la suma del 16 y el 18 provocan el 70% de los casos de cáncer. Sin embargo, no hay ninguna evidencia de que esto sea así en España y sí varios estudios (González-Bosquet, E. et al y Gómez-Román, J. J. et al) que reflejan que los casos de alteraciones cancerígenas en España debidos a los tipos 16 y 18 del virus no sobrepasan el 30%de los casos.

Sabemos que es falso hablar de vacuna “contra el cáncer del cuello de útero”, como se ha hecho, ya que es una vacuna contra el virus y sólo de algunos tipos, lo que significa que, según alertan algunos virólogos, podría suceder que los otros tipos cancerígenos ocuparan el “nicho” dejado por los tipos 16 y 18 eliminados, por lo que el cáncer no disminuiría. Y para conocer este extremo tendremos que esperar unos 20 o 30 años, cuando las niñas y jóvenes vacunadas estén en la edad en que se producen los cánceres de útero (no olvidemos que necesitan un larguísimo periodo de desarrollo).

También sabemos que las niñas de Valencia aquejadas de convulsiones que las llevaron a la UCI en varias ocasiones tras recibir la vacuna no eran “histéricas”, como diagnosticó un grupo de ‘expertos’ financiados por el laboratorio que fabricaba la vacuna, Merck, cuando había pruebas médicas que demostraban que las convulsiones eran orgánicas. Éste fue un claro conflicto de intereses entre la industria farmacéutica y el sistema sanitario. En la actualidad se sigue vacunando de forma más o menos masiva a las niñas de entre 11 y 15 años, en función de la comunidad autónoma en la que se resida.

De las novedades resaltaré las más relevantes porque ponen de manifiesto la falsedad de los presupuestos en que se ha fundamentado esta vacunación. Por un lado, el mismo equipo que ha desarrollado una de las vacunas, del Institut Catalá d’Oncología (ICO), financiado por Sanofi Pasteur (el laboratorio que en el Estado español ha fabricado la vacuna de Merck, Gardasil), aquellos que nos habían asegurado que el 70% de los casos de lesiones precancerosas y cancerosas analizadas en España habían sido producidas por los tipos del virus 16 y 18 que cubre la vacuna, ahora acaban de publicar un estudio epidemiológico, a escala estatal, en el que se evidencia que del 12% de muestras infectadas con tipos cancerígenos del virus, la suma de estos dos tipos (16 y 18) no supera el 16% de los casos. Y no sólo eso, también que hay algunos otros tipos potencialmente cancerígenos, 51 y 52, que no cubren las vacunas, a los que se atribuyen una buena cantidad de casos.

Además, el virus se presenta frecuentemente combinando dos o más tipos de estas cepas. Lo más curioso del estudio es que los autores en las conclusiones hacen hincapié en que el estudio refleja el alto número de casos de infección por el virus (cosa que siempre hemos sabido) debido a la alta promiscuidad reinante entre las mujeres (hay que ser caradura) y por tanto (para ellos) esto legitima la vacunación, a pesar de que el estudio también deja claro que el 88% de los casos remiten solos.

Otra novedad digna de resaltar es que empieza a haber suficientes datos para no sospechar, sino afirmar (estudio de Souayah N. et al. de 2011) que algunos efectos adversos graves son más frecuentes en esta vacuna que en otras. Éste es el caso del síndrome de Guillain- Barré, un trastorno neurológico autoinmune en el que el sistema inmunitario del cuerpo ataca a una parte del sistema nervioso periférico, la mielina, que es la capa aislante que recubre los nervios. Cuando esto sucede, los nervios no pueden enviar las señales de forma eficaz, los músculos pierden su capacidad de responder a las órdenes del encéfalo y éste recibe menos señales sensoriales del resto del cuerpo. El resultado es la incapacidad de sentir calor, dolor y otras sensaciones, además de paralizar progresivamente varios músculos del cuerpo.

Fuente: Margarita López Carrillo para www.diagonalperiodico.net

http://www.diagonalperiodico.net/Viejas-y-nuevas-mentiras-sobre-el.html